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El valor de la amabilidad

Resulta curioso que algo que es totalmente gratuito nos cueste tanto demostrarlo. La amabilidad es un valor social que se basa en el respeto, el afecto y la bondad en nuestra forma de relacionarnos con los demás.


La amabilidad abre puertas. Una persona amable tiene más facilidades que una persona que no lo es, simplemente por el hecho de que resulta más agradable para su círculo social y puede tener más oportunidades y beneficios de él.


Las personas amables poseen empatía, humildad, paciencia, generosidad, respeto y autocontrol emocional. La amabilidad puede expresarse a través de palabras amables, acciones desinteresadas, gestos de apoyo o simplemente escuchando y mostrando interés por los demás.


Los actos de bondad liberan poderosos compuestos químicos como la oxitocina, la serotonina y la dopamina, que elevan nuestro estado de ánimo, aumentan los estímulos de recompensa y reducen el estrés. La compasión hace disminuir el ritmo cardíaco y reduce el sufrimiento coronario.


La amabilidad es una fuente inagotable de recursos que conducen al éxito. Nos hace más fuertes, más sanos, más felices, más seductores y más creativos.


El valor de la amabilidad

Este es nuestro nuevo tema en el Blog


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El término amabilidad tiene su origen etimológico en el latín. Concretamente podemos exponer que toma como punto de partida lo que es el verbo amare, que es sinónimo de “amar”, y el sufijo –idad, que es equivalente a “cualidad”.


La amabilidad es la cualidad de amable. Este adjetivo se refiere a aquel o aquello que es afable, afectuoso o digno de ser amado. Por extensión, se conoce como amabilidad a la acción amable: “Tenga la amabilidad de pasar a mi despacho”, Sofia se caracteriza por su amable con los invitados”.


Además de todo lo expuesto tenemos que subrayar el hecho de que la verdadera amabilidad es aquella que nace de manera espontánea, natural y sin ningún tipo de interés o de intención de conseguir algo.


Todo ello sin olvidar que cuando se produce esa amabilidad libre, universal y que ejerce como valor es cuando se puede decir que el individuo que la lleva a cabo es una persona absolutamente madura.


La educación en valores

Se establece además que la amabilidad es un valor que debe enseñarse desde bien pequeños y eso se tiene que llevar a cabo no sólo en lo que es la escuela sino fundamentalmente en el propio hogar. Para conseguir que cualquier niño aprenda a ser amable es importante que sea en un ambiente donde pueda descubrir de manera clara qué significa aquella y cómo puede llevarla a cabo.



Tanto es así que cuando se habla de la educación en valores se incluye la citada amabilidad. De esta manera se asientan una serie de acciones que pueden ayudar al niño a, desde temprana edad, conseguir llegar a ser amable. En este sentido, se habla de “pequeñas actitudes o tareas” tales como compartir su material escolar con sus compañeros, saludar a las personas conocidas, dar de comer a su mascota o agradecer a sus padres la comida que cada día le preparan.


Amabilidad, solidaridad, simpatía y generosidad

La amabilidad puede definirse como un comportamiento o acto que resulta caritativo, solidario o afectuoso con otras personas. Por eso engloba diversas actitudes, como la simpatía, la generosidad, la compasión y el altruismo.


La simpatía (del latín simpathĭa, “comunidad de sentimientos”) es una inclinación afectiva que muestra una persona. La palabra hace referencia a un carácter y a un modo de ser específico que resulta agradable para los demás: “Ariel tiene una simpatía innata que conquista a las personas”. La simpatía forma parte de la amabilidad: un sujeto simpático suele ser amable (digno de ser amado).



La generosidad, por otra parte, está vinculada al hábito de dar, donar o regalar. Una persona generosa no es egoísta, sino que quiere ayudar al prójimo para que éste se sienta mejor. La generosidad aparece así relacionada a la empatía, que es la capacidad de identificarse afectiva y emocionalmente con el estado de ánimo del otro: “Juan fue muy generoso con nosotros y siempre nos ha ayudado”. La amabilidad, por lo tanto, también incluye a la generosidad.


Altruismo, solidaridad y respeto son otros de los valores que hacen que una persona sea considerada amable. Por el contrario, un individuo egoísta, agresivo, violento o indiferente está lejos de ser amable.


La amabilidad atrae, la amabilidad serena, la amabilidad baja la presión. La amabilidad reconforta. La amabilidad hace que pasen cosas.


Aprender a ser amable no esconde secretos mágicos ni complicados. Se trata de hacer la guerra a los malos hábitos en el trato con los demás, a vencer la avaricia, la ira, el juicio negativo o la impaciencia.


Ser amable exige sobre todo dominio de sí, ser consciente de lo que se hace y de cómo se hace.

Estar en los detalles. Reconocer el valor del otro, que merece tu buen trato y la delicadeza en tus actitudes. No sólo tus palabras amables, también tus gestos y ademanes. El lenguaje no verbal también dice mucho de tú amabilidad.


Las personas amables son serenas y sonrientes. Son personas agradecidas con las que da gusto compartir. Son optimistas y ven el lado bueno de las cosas. Son generosas y no les importa dedicarte tiempo. 


No se nace siendo amable. La amabilidad se educa y se practica. La agresividad y el ego (egoísmo) son enemigos de la amabilidad, que exige salir de sí y mirar a los ojos, tragarte tu ira y pasarla por el tamiz del corazón-razón.


La amabilidad permite conectar y empatizar, dice que el otro merece tu tiempo, tus detalles, tu sonrisa, tu atención más allá de lo útil. Detalles como recordar lo que le preocupa al otro, felicitar las fechas señaladas, saber preguntar con verdadero interés, mirando a los ojos.


La amabilidad tiene que ver con querer a la gente, es un acto sutil de amor al otro. Por eso la verdadera amabilidad, la que sale del corazón, nunca es forzada, porque el amor no lo es. 


¿Cómo ser más amable en tus relaciones personales?

  • Ser amable al hablar Utiliza un lenguaje positivo y alentador, escucha activamente, practica la empatía y reflexiona antes de responder.

  • Ser amable al escuchar Escucha a los demás cuando te hablen, dales tiempo para hablar y no ignores sus opiniones y relatos. Si alguien se pone grosero o agresivo, espera a que termine de hablar y cambia de tema.

  • Ser amable al actuar Sé bondadoso contigo mismo, realiza buenos gestos sin esperar nada a cambio y regala tiempo. Ofrece ayuda ante problemas que la otra persona decide compartir contigo, pero solo si crees que puedes cumplir con tus promesas.

  • Ser amable al comportarte Ajusta tu cercanía física a la confianza que haya entre vosotros. Ten presente las convenciones sociales de la hospitalidad. El sentido del humor es un potente imán que atrae a las buenas relaciones. No debes confundir esto con ser el gracioso de la oficina o burlarse de los demás, sino con ver la parte divertida de la vida.

  • Ser amable al evitar Evita los chismes. Hablar mal de otra persona a sus espaldas y esparcir rumores infundados sobre ella no es nada amable.

  • Llámale por su nombre. Si sabes cómo se llama esa persona, llámala por su nombre.


En fin, la amabilidad es un comportamiento pilar para tu desarrollo personal y profesional, y ¡sí! en general es bueno ser amable, tener una actitud positiva hacia los demás. La amabilidad puede ayudar a construir relaciones positivas dando como resultado un ambiente agradable y productivo. Pero, también debes tener límites claros y aprender a decir "no" cuando sea necesario. Establecer límites puede ayudar a evitar que abusen de tu amabilidad y a mantener relaciones equilibradas y saludables.


Sé el motivo por el que alguien sonríe. Sé la razón por la que alguien se siente amado.


«Ser amable no cuesta nada, pero vale mucho; nunca subestimes el impacto de un simple gesto.»


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