La humildad es uno de los valores más complicados de definir. Para muchos es el origen de todas las virtudes, ya que a que menudo se entiende como el reconocimiento de las limitaciones y los defectos. Otros la definen como la ausencia de soberbia, mientras que también encontramos a quienes la circunscriben con las clases bajas o pobres.
La humildad es una de grandes virtudes que pueden tener los seres humanos, es lo que nos hace respetar a los demás, reconocer nuestros errores y sobre todo no creernos superiores a nadie. Para tener una vida plenamente feliz hay que trabajar la humildad, pues todos tenemos que reconocer nuestra valía sin menospreciar a otros y estar agradecidos por la vida que llevamos.
ME GUSTA LA GENTE QUE SABE QUE, PARA SER GRANDE, HAY QUE SER HUMILDE
La humildad que nace del corazón es aprender a llevar una vida sencilla descubriendo el valor de lo que es importante: el amor, la amistad, la felicidad cotidiana... Es saber reconocer y saber perdonar.
Ser humilde es saber ser empático y respetuoso y no avasallar a los demás. Se trata de un concepto práctico y no vale saberse solo la teoría: hay que dar ejemplo.
Me gusta la gente así, humilde de corazón, de sonrisa traviesa y corazón amable que me sorprende cada día con sus acciones.
Quizá deberíamos empezar aclarando un poco el término. En ocasiones, asociamos la humildad humana con el altruismo de esas personas que son capaces de darlo y desprenderse de todo por ayudar a sus semejantes.
Si bien es cierto que también podemos incluir esta faceta, la humildad, en realidad, es algo más que este tipo de acciones. Es un bien interior, es una actitud, es un modo de pensar y sentir.
Muchos de nosotros estamos acostumbrados a priorizar esas dimensiones que las sociedades modernas suelen enfatizar en nosotros: el individualismo, el apego a lo material, la competitividad, e incluso lo “desechable”, es decir, el consumir y tirar, el vivir rápido…
En muchas de estas ideas se encierra en realidad una pincelada de sutil egoísmo, es ese otro lado de la balanza en el corazón de las personas humildes.
Pero hablemos más sobre ser humilde y el poder de la humildad. Los invitamos como siempre a reflexionar con nosotros y a practicar la lectura y la comprensión.
Las personas humildes son personas que hablan y cumplen, no presumen, no entienden de egos o de falsedades, son personas mágicas.
Las personas mágicas son humildes y auténticas, conectan genuinamente con nosotros y nos ofrecen amistades sanas y profundas.
Vivimos en una sociedad individualista y cada vez más orientada al exterior, ahí donde son comunes ciertos comportamientos exhibicionistas y desmanes grandilocuentes donde la dependencia a ser admirados casi a cada instante, agota y asfixia.
La humildad es uno de los valores más importantes que debe desarrollar una persona, ya permite aprender a tolerar y valorar a los demás. Además, es fundamental para no darle lugar a aspectos negativos como la envidia y la soberbia.
Muchas personas creen que la humildad es indicarle a los demás que se sienten inferiores. Sin embargo, esto no es así porque lo que permite esa virtud es transmitirles que todos tienen las capacidades adecuadas para salir adelante.
La humildad le permite a una persona conocerse a sí misma. Pues identifica todas sus habilidades y las aprovecha para conseguir el bienestar colectivo.
Asimismo, esta virtud ocasiona que la persona reconozca todos aquellos aspectos en los que tiene que mejorar. Esto es debido a que acepta que no es perfecto y que con cada experiencia puede seguir teniendo nuevos conocimientos.
De esa manera, la persona se valora a sí misma y en ningún momento cree que está por encima de los otros. Además, nunca usa sus logros como un recurso para ofender, humillar o menospreciar las capacidades de los demás.
Dime de qué presumes y te diré de qué careces.
Hay personas que necesitan alardear de sus cualidades y presumir de sus triunfos. Viven pendientes de dejar claro sus méritos y, si es posible, posicionarse un escalón por encima de los demás. Se alimentan de los aplausos y el reconocimiento externo. Sin embargo, como no es oro todo lo que reluce, en el fondo esas personas podrían tener un gran problema con sus símbolos de identidad.
Según una investigación de la Universidad de Brunel, las personas con baja autoestima tienden a presumir todo lo que hacen con su pareja, cada regalo que reciben o publican en exceso cada encuentro personal que tienen.
Por otro lado, las personas narcisistas publican cada vez que van al gimnasio, la dieta que están haciendo o cualquier otra acción que merezca un "me gusta" o un "felicitaciones", esto porque necesitan la aprobación de su comunidad virtual para recién sentirse bien consigo mismas. Hay un curioso proverbio árabe que dice: <<nacemos siendo criaturas inocentes para, después, convertirnos en camellos, más tarde en leones y, finalmente, volver a ser niños».
En efecto, el ser humano realiza un complejo viaje personal en el que aspira a adquirir fuerza y poder, a ser «<león». Más tarde, acaba descubriendo que el auténtico valor reside en alma más inocente capaz de ver la vida con sabiduría y humildad.
No es precisamente fácil aplicar el concepto de humildad en nuestro día a día. Requiere pequeños cambios y otros enfoques que, sin lugar a dudas, nos permitirían vivir con más armonía.
Gente que presume y gente que te reconforta
Un rasgo común del narcisista crónico es su tendencia a hacer promesas y castillos en el aire que más tarde no cumple. Son adictos a utilizar el pronombre personal <yo» encabezando cada frase, hacen de granos de arena regias catedrales y se alzan como prepotentes arquitectos de sus universos todopoderosos. Todo lo saben, todo lo han visto y todo lo han experimentado y si no lo han hecho, lo investigan mediante una pátina de adecuado glamor. La apariencia, sin esencia, es una cáscara vacía, una fachada que antes o después caerá.
La humildad y la empatía, dos de las competencias que más se necesitan hoy.
Quienes viven demasiado pendientes de dejar claro sus méritos tendrán que pagar un precio muy alto ya que se convertirán en esclavos de su propio disfraz.
El ego más afilado es el germen que habita en esos muros donde muchos quedan aislados en sus vastas penínsulas de soledad. Todos conocemos a alguien cercano que porta esa máscara de soberbia y necesidad de atención para saber que son alguien.
Según un artículo publicado en la revista científica <<Psych Central» hay un aspecto esencial que puede sanar y reconfortar a una persona que acaba de vivir una relación afectiva con un perfil de estas características.
Es sentir que aún hay gente altruista, seres que son capaces de sorprender a aquellos que aman sin esperar nada a cambio. Porque las buenas personas, más allá de lo que pueda parecer, no están en peligro de extinción.
Lo que ocurre es que son discretas, no hacen ruido, no quieren público, hablan lo justo y sabe actuar en el momento adecuado.
Ahora bien, no hay que buscar explicaciones complejas a algo tan sencillo, tan elemental. Porque ser humilde no es ser pobre. Se trata de sentido común: humildad es no creerte más que nadie.
Humildad es creer y practicar la reciprocidad. Por encima de todo, la humildad no se predica, se practica.
Muchos tenemos el principio de reciprocidad integrado en lo más hondo de nuestro ser. Sin embargo, también sería adecuado aceptar esos actos con total apertura sin obsesionarnos en lo que deberemos o no deberemos hacer en un futuro.
Se trata solo de apreciar ese instante, ese acto generoso y desinteresado que no busca más que darnos felicidad.
De hecho, esas personas mágicas disfrazas de normales no esperan nada a cambio. Porque lo que se hace de corazón no espera recompensas, el mayor tributo es saber que su acción ha arrancado una sonrisa, reconfortado y sembrado en nuestro interior esa confianza en el ser humano que nunca deberíamos perder.
A tener en cuenta
La humildad es un valor que se tiene que inculcar desde la niñez para que las personas eviten fortalecer el orgullo y las ganas de derrumbar a los demás. Además, al hacerlo desde la temprana edad se aprende a convivir de la mejor manera con los demás.
Esta virtud ayuda a que las personas no le tengan miedo al fracaso. Pues son conscientes de que siempre tienen cosas por mejorar y a todas las vivencias se les puede sacar el mejor provecho.
Ser humilde es la clave para lograr pertenecer a entornos llenos de cariño, compresión y ganas de crecer día a día.
Reflexión
El ego siempre gana él sólito, el corazón quiere que ganen todos.
El ego juega al quién es más humilde que el otro, no caigas en ése juego.
La humildad es una de las virtudes más valoradas por la sociedad y es la base de otras virtudes como la generosidad, el compromiso y la solidaridad. Es entendida como una cualidad opuesta a la soberbia y a la arrogancia, y es una virtud que forma parte de la personalidad innata de algunas personas y también se puede cultivar hasta convertirla en hábito.
En las diferentes religiones, como en el judaísmo y el catolicismo, la humildad es una virtud clave del ser humano, ya que se busca que el individuo adopte una actitud humilde para que pueda comprender que la superioridad y la divinidad de Dios es inalcanzable para las personas.
Y la verdad, es que no trata de decir "quién es más bueno que el otro o quién es más humilde”, o que la persona que va más veces a la misa, gana, no. Aquí de lo que se trata es de SER TÚ MISMO sin comparaciones con nadie más que no seas tú, de atreverte a correr tu propia carrera sin mirar al lado, en tu propio espacio, tiempo y ritmo.
Se trata es de mejorar todos los días porque nosotros queremos cambiar para mejor, no por sentir la falsa aprobación de nadie allá afuera y saber auto-ubicarnos cuando nuestra (ego) se nos pone difícil.
La humildad es el reflejo de la grandeza de tu corazón y la riqueza de tus sentimientos. Cada vez que subas un escalón de triunfo, sube dos de humildad. Solo es grande en la vida quien sabe ser pequeño.
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